CARNAVAL: ENTRE LA FIESTA Y LAS PROHIBICIONES

Solo la guerra civil, la dictadura y ahora la covid-19 han sido capaces de prohibir la celebración del carnaval en España

Aunque la fiesta de carnaval es algo que muchos esperan con ansia cada mes de febrero para disfrutar de la música, los amigos y los disfraces, estuvo prohibida en España durante más de 40 años para evitar las críticas a la dictadura franquista.

Por primera vez desde la llegada de la democracia el carnaval vuelve a prohibirse, pero no por motivos de censura, sino por motivos de salud. Este año los chirigoteros de Cádiz van a tener que conformarse con grabar sus actuaciones y participar en un concurso televisivo, cada uno desde su casa. La cancelación de esta fiesta a traído granes perdidas económicas a la ciudad, sin embargo, los gaditanos han conseguido mantener el sentido del humor dedicándole una chirigota al coronavirus.

Pero no siempre se prohibió el carnaval para preservar la salud de los ciudadanos: apelando a la austeridad en tiempos de guerra, el gobernador Luís Valdés Cabanillas dictó el 3 de febrero de 1937 una orden que cancelaba el carnaval en todas las localidades de España. Así, con una firma, quedaba prohibida por primera vez una de las fiestas más antiguas del país. El carnaval tiene su origen en las fiestas romanas dedicadas a Baco, el Dios del vino, el éxtasis y el desenfreno. En todo el imperio se celebraban en su honor las “bacanales”: fiestas multitudinarias famosas por la embriaguez, la comida en abundancia y los excesos sexuales. En estos días de celebración, y a sabiendas de los excesos públicos que se iban a cometer la gente decidió empezar a utilizar máscaras que ocultaran su identidad, para que estos actos no tuvieran consecuencias en su día a día. Incluso los esclavos tenían derecho a participar en la fiesta y desoír las órdenes de sus señores, por lo que era aún más importante seguir en el anonimato.

Durante la edad media el carnaval se extendió rápidamente por Europa ya que está muy ligado a la religión cristiana. La fiesta se empezó a celebrar durante los tres días anteriores a Cuaresma, los 40 días de ayuno y austeridad en los que a los cristianos no les está permitido comer carne ni realizar actividades festivas. Viendo que se acercaban días difíciles los cristianos empezaron a celebrar una fiesta sin control en la que disfrutaban de la comida y la bebida, justo antes de los días de recogimiento, abandono de la carne y penitencia.

Los carnavales que desde su origen eran días de permisividad y descontrol fueron evolucionando hasta alcanzar un gran tono crítico como demuestran cada año los chirigoteros de Cádiz. Esta rebeldía, éxtasis y desorden eran cosas que no casaban demasiado bien con el régimen franquista que decidió prohibirlos durante la guerra y mantuvo la prohibición durante la dictadura. Los altos mandos de los sublevados pensaban que en tiempos de guerra no se debía demostrar la alegría y que era mejor ser austeros con la comida y la bebida. Además, los disfraces y las máscaras facilitaban una posible crítica al dictador, por lo que una vez terminada la guerra, el general Serrano Súñer decidió mantener esta prohibición.

En los lugares donde el carnaval estaba fuertemente arraigado lo cambiaron el nombre a “fiesta de invierno” y pudieron seguir celebrándolo aunque con muchas restricciones. Poco a poco España se fue modernizando y el gobierno abrió un poco la mano, pero hubo que esperar a la llegada de la democracia para poder disfrutar del carnaval tal y como lo conocemos. Rescatar la fiesta era tan importante que el 5 de febrero de 1978 El País publicó un artículo titulado “La fiesta de carnaval recupera lentamente sus raíces populares”. La alegría del carnaval había vuelto a España para quedarse.

A día de hoy, Carnaval es una fiesta con más de dos siglos de historia que se extiende por todo el planeta y se celebra de manera distinta en cada ciudad. Río de Janeiro, Venecia o Santa Cruz de Tenerife son algunos ejemplos de ciudades donde el carnaval se celebra con un entusiasmo especial. A pesar de regirse por el calendario cristiano es una fiesta laica, y mantiene el tono crítico, los disfraces, y el descontrol que la vio nacer, aunque posiblemente habrá que esperar a las vacunas para volver a disfrutar de ella.

Por Cristina Moreno